miércoles, 28 de febrero de 2007

Historias

¿Qué queda cuando ya no queda nada? Se preguntó Andrea mientras miraba por la ventana una tarde lluviosa de Abril. Hacerse ese tipo de preguntas era su especialidad, exprimir cada neurona de igual manera que exprimía las naranjas para el desayuno, sin dejar ni una sola gota. Mientras ordenaba los papeles para el día de hoy, Cuco, su perro, la observaba expectante comprobando si hoy sería su gran día de paseo, pero como todas las mañanas comprobaba inmóvil como sus esperanzas se desvanecían al ver a su dueña salir corriendo por la puerta, otro día será…
Uno, dos, tres… hasta cuatro taxis pasaron por su lado sin realizar ni un solo amago de parada, con los zapatos mojados decidió caminar hasta la parada más próxima del autobús, sin dejar de repasar mentalmente cada palabra que pronunciaría dentro de media hora, allí entraría en calor con el puesto ambulante de café situado al lado de la marquesina y así recordaría cada uno de los motivos que la han empujado a dirigirse hacia el lugar que la espera.
¿Qué queda cuando no haces más que llamar a las puertas del cielo y solo te abren las del infierno? Le gustaba preguntarse cada vez que algo no salía bien, y esta semana por desgracia se lo había preguntado cada día.
Con la mirada perdida pidió un billete al conductor, y se sentó al lado de una mujer que no hacía más que llorar por su canario, al estar acercándose a la parada se levantó para dirigirse a la puerta de salida no sin antes ofrecerle a la mujer una tarjeta de una tienda de animales que había cerca de su casa.
Por fin…estoy aquí, y ahora qué…reflexionó y vio que se encontraba en la misma situación que hace un mes, y que hace un mes se encontró en la misma situación que hace dos y así sucesivamente hasta cumplir el año. Esta vez se armó de valor y decidió enfrentarse cara a cara con su propio destino…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Conocerte ha transformado mi vida; no cambies, porque..."Si todos fueran como tú, el mundo sería un lugar mejor donde vivir".